Cerveza alemana y un poema de Bukowski para sobrevivir el lunes

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Los lunes se me antojan para escribirles poemas, propios o prestados.

Escuchados por ahí, descubiertos  en baños, muebles, parques y azoteas.  Los lunes se me antojan para poner el son de mi verdad a todo volumen. Principalmente porque al escucharme decirlo me recuerdo en qué dirección he decidido orientar mi energía.

A veces pareciera que la poesía no le interesa a nadie, que no vende libros, ni paga sueldos, ni se puede comer con mantequilla pero que a pesar de ello goza de sorprendente vitalidad y con frecuencia nos toma por sorpresa.  Indómita, permanece fiel a si misma y nos recuerda nuestros verdaderos anhelos. 

La poesía está hermanada a la voz y en ambas se expresan la unicidad y la trascendencia, lo individual y lo colectivo, la percepción de separación  y la conciencia de unidad.  Por eso la voz y la poesía son excelentes vehículos para retratar la experiencia humana, sus dulzuras y sin sabores.

Ha llegado noviembre al D.F., las hojas de los árboles se juntan en las banquetas y hoy el cielo otorga el regalo de  un azul intenso a los ojos de los mortales. Pero es lunes y hay trabajo por hacer ya que los textos no se escriben, transcriben ni traducen solos. A pesar de todos los pendientes,  los sabores de la poesía me llaman y este lunes se me antoja para beberme una cerveza alemana y compartirles  un poema del libro «El amor es un perro del infierno” de Charles Bukowski.

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Ah

bebo cerveza alemana

y trato de que se me ocurra

el poema inmortal

a las 5 de la tarde

pero ah, le he dicho a

los estudiantes que la cosa

es no tratar.

Pero cuando las mujeres no están

cerca y los caballos no están

corriendo

¿qué más hay que hacer?

Tuve un par de

fantasías sexuales

salí a comer

puse en el correo esas cartas

estuve en la tienda.

No hay nada en la tv.

El teléfono está callado.

Me pasé el hilo dental

entre los dientes.

No lloverá y los escucho

llegar temprano tras

la jornada de ocho horas

mientras entran conduciendo

y estacionan sus coches

detrás del departamento de

al lado.

Me siento mientras bebo cerveza alemana

y trato de que se me ocurra

algo grande.

Y no lo voy a lograr

Simplemente voy a seguir bebiendo 

más y más cerveza alemana

y liando cigarros

y a eso de las 11p.m.

Estaré despatarrado

en la cama destendida

boca arriba

dormido bajo la luz

eléctrica

aún esperando al poema

inmortal.

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