Cumplí 30, me cumplí una promesa y le di la vuelta al mundo

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Recuerdo que uno de los momentos más luminosos de mi adolescencia fue cuando descubrí a David Henry Thoreau, los pensamientos de Thoreau, las palabras de Thoreau, la desobediencia de Thoreau y por supuesto, sus ensayos, los cuales han iluminado y definido diferentes momentos de mi vida desde entonces. 

Recuerdo por ejemplo haber sido deslumbrada en 2012 por el hallazgo de las siguientes líneas de su ensayo Walking:

“Si estás listo para dejar a tu padre y madre, hermano y hermana, esposa, hijos y amigos y no verlos nunca más- si has pagado tus deudas y hecho tu testamento y dejado resueltos todos tus asuntos y si eres un hombre libre- entonces estás listo para una caminata” .

Estas palabras se sembraron en mi ser y dos años después florecieron en la forma de un viaje que me llevó a recorrer el mundo de oeste a este a través de 12 países.

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La gente con frecuencia me pregunta cómo lo hice y yo me quedo sin saber qué contestar. ¿Será que quieren saber las cuestiones técnicas, cómo comprar los boletos de avión, los tips de las aerolíneas o cómo lidiar con el shock cultural? ¿Será que quieren saber cómo le hace uno para pasar por ciertos destinos que tienen mala reputación con las viajeras que deciden actuar cómo mujeres libres y lanzarse a caminar solas por el mundo? ¿Será que quieren saber sobre los hostales, los cruceros, los tours, las opciones? ¿O cómo me fue a mí, los detalles?

Quieren saber cómo se materializa un sueño, una idea, un anhelo. Cómo se trae un fragmento del mundo de los sueños al mundo de los fenómenos. Cómo se materializan los deseos. Personalmente esta última cuestión es la que a mí me resulta más intrigante. A riesgo de sonar cursi, yo creo que todo empieza como un anhelo que de verdad cimbre tu corazón y lo haga sentir entusiasmado y agradecido de pasar un día más en la tierra. Dicho llanamente, se trata de encontrar algo que te dé muchas ganas de hacer y luego hacerlo. 

Yo encontré ese algo un 9 de enero de 2012. Estaba a poco más de un mes de cumplir 30 años y sabía que había llegado el momento de cumplir una promesa que me había hecho en la adolescencia. Me había jurado a mí misma que si al final de mi tercer década sobre la tierra aún tenía salud, no me había ahogado en deudas y no me había embarcado con hijos o algún compromiso que no palideciera frente al compromiso de hacerme justicia como ser libre entonces, me dejaría hacer cosas que me hicieran sentido. Cosas que no necesariamente pertenecieran a la lógica infame de nace, crece, estudia, gradúate, cásate, reprodúcete (aunque no tengas vocación), trabaja sin sentido como hámster en la rueda del consumismo y muere.

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Después de todo ¿qué sentido tiene ser libre si una no se permite ser y ser consecuente con los indómitos murmullos de sus más profundos anhelos?

Entonces me dejé admitir que quería viajar y que quería ver ciertas partes del mundo que había añorado desde las páginas de National Geographic en esa mentada adolescencia. Es decir, de adolescente soñé, anhelé y suspiré y una mañana de enero me di cuenta de que ya no era esa adolescente y ahora podía -y debía- ir en pos de ese anhelo. Vi con claridad que estaba parada en un punto crucial en el que todas las fuerzas estaban convergiendo para abrir un portal que me daba la posibilidad de realizar mi sueño. Así que a partir de ese momento supe que 2014 sería interesante y el inicio de la vida que yo quería vivir. Eso me hizo sentir bien, me hizo sentir libre y esa aventura ha sido una de las mejores decisiones de mi vida.

Después de todo viajar es otra forma de aprendizaje,  una de muchas formas para conducirte a un estado de consciencia, de anagnórisis. Viajar es otra forma de entregarse al misterio de la vida, ese misterio que descartamos cada vez que optamos por la certeza. Es una forma de entregarse a lo incierto y cambiante de las circunstancias de la vida, de aceptarlo y observarlo, de aprender.

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La ruta del viaje en cuestión fue Londres-Atenas-Roma-París-Barcelona-Egipto-Israel-Berlín-India-Nepal-Japón-Perú y de vuelta a México. Todo esto  con la ayuda de un boleto multidestino. Algunas de mis peripecias las narré en  una serie de crónicas de viaje, pero  hay muchas cosas que han quedado por contar, especialmente aquellas personales o incómodas que tienen que ver con la condición de una mujer viajando sola por el mundo. Así que se las iré contando poco a poco junto con otras cosas, porque mis intereses no dejan de expandirse y porque afortunadamente diosaloca.mx es un portal para la exploración de la consciencia que me otorga libertades que no he encontrado en ninguna otra parte.

Mi religión es vivir, y morir,

sin remordimientos”.

-Milarepa

Niños en un monasterio de la India

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