Ésta es la historia de cómo fui a mi primer slam de poesía y empecé a compartir mis poemas

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Foto: Martín Palma

Fui a mi primer slam de poesía a finales de noviembre del 2008.

Recuerdo que era viernes y unos días antes mi amigo Javier Raya, me había invitado a verlo leer poesía en el Claustro de Sor Juana. Después me llamó para preguntarme si yo también quería leer poesía . Frente a mi desconcierto y resistencia, me explicó que no se trataba de nada académico ni ortodoxo, sino de gente leyendo poesía durante máximo tres minutos,  utilizando únicamente su cuerpo y su voz, sin disfraces ni instrumentos musicales. Luego, me dijo que todo esto era “calificado” (lo entrecomillo porque en realidad lo de calificar la poesía es simplemente parte de una dinámica de juego y no es algo que según yo deba tomarse tan en serio) por un jurado formado por el público.

Ewor haciendo freestyle en la Santa Maria Rivera, eworevolucion@hotmail.
Ewor haciendo en la Santa Maria Rivera. Foto Uli Loskot

Recuerdo que esa noche Ewor y Sutil estaban haciendo de maestros de ceremonias del evento y que el jurado no fue del público como originalmente se planteó Marc Kelly Smith, el papá del slam quien dio vida a su engendrito en un club de Chicago llamado “Get Me High”, sino que estaban Pacho, Sandra Lorenzano y un par de personas más cuyo nombre no puedo recordar. Lo que sí recuerdo es que el público de esa noche era bastante nutrido porque iban a dar pizza y cervezas gratis al final y que estaban muy involucrados con lo que pasaba. Cuando llegó mi turno, sentí mi corazón latir con intensidad y al llegar allá arriba y situarme frente al micrófono recuerdo que me atravesó un alud de energía que surgió por mi boca como un grito.

Yo no lo sabía entonces pero  durante los siguientes años pasaría largas temporadas queriendo revivir esa vibrante sensación de libertad, de vida indñomita, explorándola y entendiéndola como algo trascendente y fundamental en la poesía.

Así fue como empecé a leer poesía en público, pues hasta entonces sólo la había leído mis poemas alguna que otra vez en un programa llamado Radio Etiopia  que conducía Guillermo Henry en Radio UNAM.  Lo que siguió a esa noche fue un breve tour por lo que a algunos después les dio por llamar “la naciente escena del slam mexicano”. Una escena que en realidad estaba compuesta por  apenas unos cuantos excéntricos que querían poner poemas en un escenario y ver a otros hacer lo mismo.

  Con esos poemas no llenamos estadios, a veces, éramos apenas nosotros leyendo para nosotros y el amigo del amigo de alguno que había caído casi por equivocación al “evento” y se volvía testigo de nuestro delirio.animal intelectual COVER cnon-1

Con el tiempo cambiaron las cosas, había más slams, más locos errantes y  más amigos de los amigos. Para entonces yo  había empezado a participar en estos eventos consuetudinariamente y con frecuencia me invitaban a presentaciones de libros, micrófonos abiertos y demás. Escribí varios poemas (y poemarios) de corte spoken word que fueron concebidos para ser leídos, cantados, gritados, gruñidos y susurrados. El sonido siempre ha sido un elemento importante en la poesía, pero esto es aún más evidente cuando vas a leerlos frente a una audiencia y quieres crear una experiencia escénica. Para mí, los poemas tienen que sonar, pero esa no fue mi única inquietud. También sentí el deseo de ir más allá  de los tres minutos y desarrollar montajes de largo aliento, que pudieran involucrar otros elementos visuales o sonoros.

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En 2010 publiqué junto con Mi Cielo Ediciones a cargo de Mónica Gonzales  el “Red Bitch Project”  como un libro objeto en el cual los poemas se desprendían como un acordeón de una caja forrada de animal print. Lo presenté junto con Milliet Alcántara, Nara Pech, Daniela Serrano, Laura Ramírez y  Rojo Córdova en el Atrio. Cada uno de los participantes encarnó a una versión de la Red Bitch y «El Atrio», localizado en la colonia Roma,  se volvió su casa. Los asistentes a la presentación siguieron a los performers a través de sus cuartos y ellos narraron sus historias a través de mis poemas. La experiencia escénica incluyó intervenciones de un cuarteto de saxofones formado por Raúl Ortiz, Fania Delgado, Rogelio Ortiz y yo. El último poema fue “Autorreferente”, lo leí yo y con eso dimos por concluida la velada. Recuerdo que la nota salió en Milenio porque Xavier Quirarte escribió algo al respecto y así fue presentado al mundo mi primer poemario spoken word.

"Frágil", Sala Julián Carrillo, Radio UNAM
«Frágil», Sala Julián Carrillo, Radio UNAM

También tuve la oportunidad de mezclar sonidos y música gracias a que Iraida Noriega y Leika Mochán me invitaron a participar de “Frágil”, un proyecto que unió música, canciones y palabras. Además me acercó al uso de pedales de loops y efectos para la voz, de tal manera que  en 2011 me embarqué en la aventura de poner en escena, los textos de mi entonces más reciente poemario “Chilanga Habla”, una obra para poeta y line 6. Es decir para mí y uno de estos pedales, porque esto último era un elemento crucial para interpretar lo escrito en la página, al menos tal y cómo yo lo había imaginado. Para mí lo escrito era tan sólo una partitura que después tenía que ser ejecutado por un instrumento que era yo y procesado por una soporte tecnológico como son los loopers.  En ese entonces yo estaba clavada con la idea de impermanencia y  cómo cada lectura era totalmente irrepetible. Pues en cada experiencia todos los elementos creaban un pequeño universo, todo contribuía: el clima, el día, los asistentes, mi grado de energía o estado personal. No ha dejado de intrigarme como las palabras pasan por todos estos elementos y son tocados tanto por el intérprete como por los testigos y cómplices de la audiencia.  Ahora me digo que debí crear más registros de esas cosas, pero por las razones que he mencionado sentía que las grabaciones de videos y otro vehículos de registro no alcanzaban para aprehender esa esencia. Así que en ese entonces sólo me concentré en crear las experiencias.

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Finalmente en agosto de 2012 terminé el Bombón Vudú”, la última pieza de una trilogía de poemarios de corte spoken word. Algunos poemas del Bombón como “Posmo” y “Los sonidos que me guardé” han quedado registrados en diferentes versiones de audio y video. Pero con las últimas palabras de ese poemario también se cerró un ciclo para mí, de tal manera que decidí pausar las presentaciones para darme la oportunidad de explorar otras inquietudes.

En 2013 me integré al equipo de Horizonte Jazz 107. 9 FM como conductora de la barra vespertina de la estación. Acostumbrada a contemplar a la audiencia cara a cara fue interesante volver a la experiencia de una cabina de radio, aunque ahora desde otro papel. Sobra decir que durante ese tiempo cultivé aún más mi obsesión por el sonido y la comunicación a través de las palabras, especialmente cómo podemos transmitir imágenes y sentimientos a alguien que no podemos ver y que tampoco puede vernos y cómo podemos tener experiencias compartidas únicamente a través de la escucha. Quizá algún día tenga la oportunidad de conducir un espacio en línea que pueda unir (con libertad) la fuerza de la música y la poesía.

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Machu Pichu, en Perú, mi última parada.

Un año después algo inesperado sucedió y en mi vida se abrió una puerta para darle la vuelta al mundo a través de 12 países. Entonces entendí las palabras de Ibn Batuta:

“Viajar, te deja sin palabras, luego te convierte en un contador de historias”.

Durante mis andares por diferentes latitudes gocé en ocasiones del silencio mental que llega con el asombro. Una energía de claridad potente que te dice cosas no en palabras sino en intuiciones. Ahora quiero seguir contando historias porque entendí que a través de la poesía podemos trascender las barreras de la lógica lineal reflejada en el uso igualmente lineal del lenguaje, para contarnos a nosotros mismos a quienes nos escuchan cómo es nuestra experiencia de estar vivos en este mundo.

En un Slam organizado por Colectivo POM. Foto. Kristjan Saar
En un Slam organizado por Colectivo POM. Foto. Kristjan Saar

Desde mi regreso a México en marzo de 2015 he intentado aterrizar de nuevo a este lugar que conocía y que súbitamente se volvió capaz de causarme shock cultural inverso. Un lugar que pasó de ser mi casa a ser una pesadilla de ruido, hacinamiento y un cúmulo de estímulos constantes capaces de desquiciarme consuetudinariamente.  Desde entonces mis días se han tejido de mi intento de conciliar mi necesidad de refugio y sustento con mi necesidad de expresión. De crear un espacio para mi vida personal y seguir explorando las posibilidades de la poesía. Lentamente han llegado aliados y ahora me encuentro en la antesala de una nueva aventura: la posibilidad de compartir el conocimiento de estas experiencias a través de una clínica de montaje escénico a través de textos poéticos.  Este tomará lugar en Casa del Lago de 14:00 a 18:00  horas como parte de las Clínicas – Foro de Profesionalización del Circuito Nacional Poetry Slam. Todas las clínicas serán gratuitas y los interesado sólo necesitan registrarse en línea.

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Ocho años después de haber ido a mi primer slam de poesía me doy cuenta de que no he dejado de soñar y  pienso que quizá, podamos trascender las diferencias que han dominado la “escena slam de México”, para poder hacer llegar la poesía a un mundo que más que nunca necesita encontrar caminos hacia la empatía, la comunalidad y la colaboración. Es decir, hacia un paradigma de interconexión desde el cual podamos coexistir y crecer. Como mencioné al principio el slam es un torneo pero en realidad no se trata de quién gana, sino de crear un juego y una convivencia alrededor de la poesía. Esto último es quizá la razón de su supervivencia a lo largo del tiempo. Gracias a esa noche de noviembre de 2008 que mencioné al inicio de este texto,  he tenido la oportunidad de colaborar con actores, directores, productores, músicos, raperos y escritores, por lo cual tengo muy claro que participar en un slam no es la única forma de poner un poema en escena, pues las posibilidades son tantas como podamos soñar. En nuestras manos queda explorarlas.

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