Mi vuelta al mundo- Sobreviviendo a Egipto

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“La vida es una aventura de nuestro propio diseño,

intersectada por el destino en una serie de accidentes

afortunados y desafortunados”.

Patti Smith

Primeras impresiones

 

Llegué al Cairo entrada la noche. El chófer que debía recogerme en el aeropuerto estaba ahí esperándome desde hace un rato. Se presentó como Sam, aunque no creo que ese fuera realmente su nombre. De origen libanés, se casó con su actual esposa para poder quedarse en Egipto cuando migración descubrió que llevaba en el país mucho tiempo. Me pareció que su matrimonio no era feliz, él se quejaba de que su esposa cocinaba demasiado picoso lo cual recrudecía su gastritis. “¡Esa mujer va a matarme!” repetía mientras yo posaba mis ojos por primera vez en una ciudad que reúne influencias árabes, africanas y europeas y con actividad las 24 horas del día; sobre todo en el verano cuando la temperatura nocturna es agradable. Sam me contó que los empleados de migración le dijeron que la forma más sencilla de permanecer en el país era casarse con una local. Así que él llegó a su trabajo e informó a su jefe de su situación. El jefe, se ofreció preguntarle a su esposa por alguna joven soltera. Así fue como organizaron una reunión entre Sam y su futura esposa. Él dijo que la vio, le pareció atractiva, hablaron un poco y voilá, el matrimonio quedó arreglado. Lo que pareció una solución en ese entonces ahora le parece un problema.

Me pregunta si es mi primera vez en Egipto y me da consejos, como mujer obviamente es súper importante cómo te vistas. La cuestión es ser modesta, nada de escotes, shorts ni minifaldas. Me queda claro que aquí no se toman a la ligera lo que consideran como el inapropiado comportamiento de las mujeres occidentales. Parece que para las mentes de los locales es inaudito que una mujer use shorts en un lugar público donde todo el mundo puede verla. Les parece una provocación… esta es la parte de visitar Egipto que puede resultar agotadora, sobre todo para una mujer viajando sola. Aunque curiosamente los destinos que mayores retos guardan son los más memorables.

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Durante los días siguientes camino varias veces por el centro del Cairo. Me doy cuenta que en efecto, aquí las mujeres no salen solas. Siempre van acompañadas; sus esposos, hijos, amigas, padres, no parecen dejarlas ni a sol ni a sombra. Hablando de sol, en junio el calor es duro y me impresionó ver siluetas femeninas bajo velos negros de pies a cabeza, con guantes del mismo color. Totalmente cubiertas, ¿cómo se sentirá el mundo bajo todo eso?

Los encargados del hostal donde me quedo —que más bien es como una casa de huéspedes— me dan tanto café turco y té como me dé la gana. Me ofrecen cigarros pero dicen que no debo fumar en lugares públicos porque puedo pasar por egipcia y es mejor que no me meta en problemas. También me informan que lo que sea que necesite, ellos pueden ayudarme. De verdad, lo que sea, esto incluye acceso al mercado negro, cambio de moneda, tarjetas SIM, lo que necesites está ahí y te lo dan sin hacer preguntas. Así que decido armarme de una de las susodichas tarjetas y un celular barato que probaría ser una herramienta muy útil.

Las calles del centro del Cairo siempre están llenas de gente, autos, ruido, contaminación y vendedores ambulantes. Todo el mundo sabe decir “welcome to Egypt” y más de un comerciante tratará de llevarte a su local para venderte cosas. Aprender a tratar con los vendedores es una de las cosas que debes aprender, aquí el regateo es un arte y una guerra, del cual tendría mi dosis en múltiples ocasiones.

Mercado Khan el Khalili foto: Edmeé García

Conforme pasan los días aprendo a caminar con la mirada en un punto abstracto y perdido al frente de un horizonte que tapan deteriorados edificios con pasados señoriales. Opto por hacerme la vida sencilla con música y un par de audífonos para no escuchar los comentarios de los hombres que me ven pasar. El rudimentario celular del que me he hecho tiene radio y escucho una estación local que varía de género dependiendo la hora del día. Música egipcia, jazz, clásica, todo en una sola frecuencia. Aprendo a regatear, pedir té y café turco con la mitad de azúcar y a contar en árabe según yo para que no me vean la cara.

A veces viajo en metro. Hay vagones separados para mujeres, los boletos me recuerdan a los que tenía el metro del DF. Poco antes de irme del Cairo me entero que explotaron una pequeña bomba en el metro. Las noticias no dicen quién ni por qué. No dan explicaciones. Yo no estuve ahí, pero cuando supe la noticia pensé en los túneles, las multitudes y en todas esas personas cuyos nombres desconozco pero entre los cuales probablemente haya muchos Ahmed, Mohamed y Mahmoud, porque así se llaman casi todos los hombres aquí. La gente sigue usando el metro a pesar de todo.

 

Un museo y una isla

 

En Egipto no hay reglas de tráfico en las calles y si las hay la gente las ignora tanto que es como si no existieran. Los conductores son agresivos y no se detienen, cruzar las calles requiere lo que los locales llaman “experiencia”. Yo adquirí mi primera lección en el tema cuando un viejito me ayudó a cruzar una avenida gigante para llegar al museo egipcio durante mi primer día en el Cairo.

Cuando finalmente llegué al edificio de dos niveles que aloja miles de piezas descubrí que no se podían meter cámaras. Debí dejar la mía en la entrada y recogerla a la salida con una ficha. Caminé sala por sala, rodeada por objetos misteriosos, antiguos y de película de Indiana Jones. Vi sarcófagos, joyería, bustos, estatuas y vitrinas con piezas pequeñas. A la hora de la oración vi a un hombre poner su tapete en una esquina, en dirección a la Meca y rezar.

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Fue ahí donde conocí a Yussef y su familia. Todo comenzó porque me senté en una banca en la que también había una señora egipcia que no hablaba inglés pero quería hablar conmigo. Así que llamó a Yussef, su hijo, a quien llevo ese día a visitar el museo junto con su hermana menor y sus primos. Los niños llegaron corriendo y me empezaron a hacer todas las preguntas básicas, mi nombre, de dónde era… etcétera. Después de un rato me invitaron a ir con ellos a pasear en un bote por el Nilo. Así que caminamos calle abajo hasta el río y abordamos una suerte de bote colectivo. Ellos traían comida y me compartieron. Nunca habían tomado fotos con una cámara como la mía y se divirtieron intentándolo hasta que se me acabó la batería. Sin duda la alegría de la niñez se enciende frente a las cosas sencillas y esa es una de sus cualidades más preciadas.

Mientras paseamos por el Nilo vi un edificio quemado a uno de los costados. Me dicen que b la causa. En Egipto todo el mundo me hablaba de la revolución; está claro que para los locales hay un antes y un después de ella, aunque la pobreza y las calles polvorientas parezcan decir lo contrario. Luego vamos a los jardines de Gezirá, una isla localizada en medio de Nilo. Ahí jugamos y correteamos descalzos por el pasto hasta poco antes del atardecer

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Una noche en Dokki

“Llegará un día en que nuestros recuerdos

serán nuestra riqueza”.

Paul Géraldy

Las noches son la mejor hora para salir durante el verano en el Cairo, ya que a la luz de la luna el calor se apacigua. Fue en una de estas templadas noches que me reuní con Doc Luda, un estudiante de medicina que me invita a un bar en una terraza de Dokki donde nos reunimos con sus amigos. La copa mundial era el tema del día y en la pantallas se podía ver la transmisión del partido España contra Holanda. El que ganó Holanda por cinco goles, rompiendo un poco el corazón de mi anfitrión.

El ambiente era relajado, muchos extranjeros y egipcios de clase alta (quienes despliegan su conocimiento de las costumbres occidentales). Las mujeres no llevan velo y como en cualquier otro bar se puede fumar y beber. Luda habla inglés, árabe, intentó el alemán y ahora está aprendiendo español y sus amigos no se quedan atrás, pero el idioma de intercambio entre locales y extranjeros es el inglés.

Los amigos de Luda dicen que antes vendían playeras que decían “If you survive Egypt, you can survive anything”, es decir “si sobrevives a Egipto, puedes sobrevivir cualquier cosa”. Mi amigo me confiesa que para él también es difícil enfrentar las complejidades e intensidades del Cairo todos los días. Él se crió en los Emiratos Árabes Unidos y también le cansa eso de estar peleando por todo todo el tiempo y perder dinero en desafortunadas negociaciones. Pero por ahora está estudiando aquí y al igual que sus amigos tiene la mira puesta en emigrar a algún otro país.

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Después del partido salimos a la terraza donde ya hay un DJ poniéndole soundtrack a la noche. Sinceramente fue una de las mejores fiestas a las que he ido. Si me hubieran dicho que lo iba a pasar así de bien en el Cairo no lo hubiera creído. Sólo sé que se hizo tarde y para cuando llegué a dormir a mi cama me di cuenta de que tendría que tomar más café turco que de costumbre porque en unas horas más partiría al encuentro de una de las maravillas del mundo antiguo: la pirámides de Giza.

 

 

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