Diez poemas de Jerome Rothenberg como un grito contra la apatía de nuevo milenio

Jerome Rothenberg es poeta, traductor y la mente maestra detrás de varias gruesas antologías de lo que él llama etnopoesía. En las cuales no se limita a coleccionar cantos tradicionales, sino que incluye poesía visual y sonora. También agrega amplios comentarios con los que provee de contexto al lector sobre los textos. Por ejemplo, estas notas pueden contener información sobre escenarios, rituales y tradiciones que permiten una comprensión más profunda de los mundos a los que  estos poemas pertenecen.  Las cuales Rothenberg también logra poner en perspectiva con respecto a los materiales actuales más experimentales de occidente.

Sin embargo, gran parte de la obra de este contemporáneo de Jack Kerouac y Allen Ginsberg no se encuentra traducida al español.  Es por eso que realicé la traducción de 10 poemas de “El libro del testigo: conjuros y gris gris”, en el cual Rothenberg reunió 100 poemas que resultaron ser un ritual personal en su transición del milenio pasado al actual.  También traduje el postfacio que incluye información crucial sobre la génesis de este poemario y la visión de Rothenberg sobre el uso del “yo” como un medio para abrirnos a las dimensiones y realidades de otras voces.

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Postfacio

“El libro del testigo” fue mi paso de un siglo – un milenio- a otro. Los primeros cincuenta poemas fueron escritos en 1999, los segundos cincuenta en los dos años que siguieron. Cuando salí a la calle el primer día del año 2000, era una de esas mañanas de California muy brillantes, y fui impactado fuertemente por el curioso nombre del año y por el sentimiento de que estaba entrando en otro mundo. Aunque yo no le daba mucho peso a ese tipo de cambio de era, esa mañana mi mente todavía tenía la imagen de algo que había visto en televisión la noche anterior- una serie de video clips mostrando visiones de inicios del siglo veinte de cómo sería el siguiente siglo. Milenio era una palabra sobre la que había estado meditando esa última década, sobretodo durante el ensamblaje de “Poemas para el nuevo milenio”, el cual Pierre Joris y yo juntamos y publicamos a finales de los noventa. La palabra misma, lo sabíamos, era escurridiza- por su asociación con el sentimiento de apocalipsis y destrucción que con frecuencia contradecía nuestras sonrosadas interpretaciones.

“Testigo” era otra palabra que teníamos en común. Su uso durante el siglo veinte le daba una connotación- patética pero real- que hablaba de los horrores grandes y pequeños que marcaron ese tiempo y persisten hoy en día. He llegado a pensar en la poesía, no siempre pero cuando es más reveladora, como un atestiguamiento – directamente por el poeta o desde el poeta como un conducto para otros. También había sido impactado por cuan crucial resultaba la voz para todo esto; me refiero a la voz en el sentido gramático, la “primera persona” centrada en el pronombre “yo”. Aún así estaba consciente de como la voz en primera persona ha sido devaluada y aún con más frecuencia menospreciada por muchos poetas- a menudo por poetas cercanos a mí. Se entiende que la intención era liberar al poema de sus grilletes líricos- “la interferencia lírica del individuo como ego” como Olson la llamó.

Sin embargo, la pérdida de esa expresión sería inmensa y su eliminación fútil . Pues hay una serie de formas en las que esa voz- la primera persona- ha sido uno de nuestros grandes recursos en la poesía, algo que aparece por todos lados en nuestro pasado y presente más profundos. Aquí me refiero a la primera persona que no está restringida por la usual actitud “confesional”, sino que es el instrumento- del lenguaje -para todos los atestiguamientos, el tono en el que nos abrimos a voces diferentes a la nuestra. Estoy pensando aquí de alguien como la chamana mazateca María Sabina (y su eco en el trabajo de nuestra Anne Waldman), quien lanza una lluvia de aseveraciones en primera persona, cuando en realidad la voz es de los dioses, de los “niños santos” de su panteón, a quienes siente hablar a través de ella.

En todo esto está la cuestión de inventar y reinventar la identidad, de experimentar con las formas en las que hablamos o escribimos desde el “yo”. En el proceso de poner esa identidad en duda, he incluido algunas afirmaciones de otros poetas en diferentes momentos- en ocasiones muy ligeramente pero como una manera de restar importancia al simple aspecto ególatra del “yo”. Y para permitir a las voces que atraigo moverse y cambiar. Quiero hacer eso, mantenerlo en suspenso “Yo existo porque mi perrito me conoce” escribió Gertrude Stein en un poema llamado “Identidad”. He escrito un ciento de estos poemas- un siglo de poemas- y espero que pertenezcan a este tiempo y que también permanezcan conectados a las formas más antiguas en las que el poema se crea a si mismo.

2001/2002

1 Rothenberg, Jerome, “A Book of Witness. Spells & Gris-Gris”, New Direction Books, 2001.

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11.
CADA NOCHE A LAS DIEZ

Me deslizo a través de las calles esperando que un perro
no me ataque.
Le doy la espalda a los extraños cuando mi piel

se endurece demasiado. Paso largas noches
en mausoleos
como un príncipe. Cuando muerdo la carne que cubre mi pulgar sangra.

Perdí mi miedo a la muerte el verano pasado
y quiero enseñarle el truco a todos mis amigos.

El mío es un caso de visión doble.
El sabor se eleva desde mi garganta

y no
en la otra dirección.
La forma en la que lloro reclama lástima.
Lucho por una oportunidad para esconderme del sueño pero cada noche a las diez me arrolla.

 

29.
UNA MEDICINA QUE ME MATA

Soy la víctima de mi
mente. Entre más la exploro más duele.
Como todos ustedes tengo una enfermedad
que nadie puede ver.
Tomo una medicina
que me mata.
Alguien pone un dedo
sobre mi boca.
Ya no puedo esperar
a que todos mueran
dentro de mí. Al final
no hay final
del cual hablar.
La gente que más amo
me rodea
ondeando banderas.
Soy cargado por todo lo alto por ellos
un rey sin miedo.
Sólo puedo pagarlo
con desesperación
y una sonrisa
que nadie puede entender. Esta noche el futuro
se despeja brillantemente. El objetivo de esta medicina no es la salud
ni la ganancia
sino el derecho a morir.

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31
ESTO ME ENORGULLECE

Dejo caer un libro
boca arriba
y me establezco
en el pensamiento recto. Soy lo más relajado

de todo
en mi identidad.
Mi nombre está
frente a ti. Ve las luces
titilar desde
una charola de plata.
Y ve sus lustrosos dedos.
Uno es rojo, los otros
negro azabache.
Camino con seguridad
cuando doblo
otra esquina.
No es mi decisión conocerte pero puedo hacerlo
y lo sé.
A veces alguien
me trae bajo tierra
y me deja quedarme
cerca de los circuitos.
De otra forma
me encuentro sitiado
por helicópteros
alineados arriba
del templo.
Estoy tan contento de conocerte. Dame la mano
y sonríe.
Esto me enorgullece.

Septiembre 1999 Viena.

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33
LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD

Sobre mi mismo
no necesito saber nada.
Estoy más que satisfecho
de sentarme aquí
esperando a que el teléfono suene o permanecer callado.
En la noche sueño con amigos que ya no viven.
Medio canal de res
flota en el aire
sobre nuestra mesa.
La búsqueda de la verdad
es todo lo que tengo
aún así la he descartado.
Con mis dedos
puedo hacer sonar
las campanas. El papel del sexo es crucial hasta que
el hambre
lo expulsa.
Estamos en un campo de futbol con pasto
del color del cabello viejo.
Soy una partícula ausente. Alguien con un estómago
lleno de gusanos
nos ve respirar.
El nombre que ellos escriben
en el pizarrón
no es mío.
Trepo fuera de mi agujero vacío y lucho por el aire.
Mis piernas llevan
el cuerpo de otro.
La vida abre
a la distancia
algo que aún no podemos ver.

(S. Beckett)

50
NO PUEDO DECIR QUIEN SOY

No puedo decir quien soy (A. Baraka) más continúo
y hablo
como si lo supiera.

El tiempo es la mitad del cuento también lo es la muerte.
Huyo de las sombras
para evitar a la gente vieja enloquecida por Dios.

Sigo animales
cuyos ojos en la noche
reflejan mi rostro.
Mientras me miro dormir
toco mi brazo
y celebro
nuevas formas de sexo.
Estoy agitado
sabiendo que nadie
tiene una salida
o una cara
más marcada
que la mía.
No nací
vivo. (J. Holzer) El caso de la memoria
se debilita
día a día.
Entre más me conozco
menos soy.
Me aferro a un nombre
porque me queda
pero la voz detrás de él
nunca fue mía.

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51
ENTRO AL NUEVO MUNDO

Las voces son mudas
hasta que hablo por ellas.
Al conocer el sonido
me encuentro entre
dos fuegos. Uno
es verde oscuro, otro
del color de mi mente
cuando duermo. Entro
al nuevo mundo
donde pensar en la muerte
ya no causa aflicción.
Será bueno ser
siempre un extraño
conocer los términos en los que visitamos adelante y atrás
y hacia los lados.
En la mañana usaré
un traje con hombros
grandes como tablas. Mis ropas son de plástico plateado.
Cuando subo al coche
comienza a volar.
Juego juegos con
los niños
en los que hago de una nariz
un oído.
Como un reloj mi corazón
se acerca
a la chica en llamas
y ahí permanece.
Ahora contaré el siglo
en unos y dos.
Esta mañana
todas las voces de mi sueño hablaron con una voz.
Me siento privilegiado de estar aquí entre ustedes.
De ahora en adelante
viviremos
de tiempo prestado.

Enero 1, 2000

63
NO ME COMERÉ MI POEMA

Mato por placer
no por ganancia.
Mucho más hombre
que tú mis manos
encuentran navajas
y las hacen destellar.
Soy culpable
en mi obra
mientras que en sus ojos
busco redención.
Me hallo
olvidado
furioso de pensar
en pan. No me comeré mi poema mucho menos seré violado

por él. Tengo un hogar pero me siento con otros descamisado, esperando a que la luna se eleve. Soy un guerrero

que ha envejecido.
El número en mi boleto dice la hora.
Casi nunca lavo
y uso una cuerda
alrededor de mi garganta hasta que se desmigaja. Guárdate para el amor advierte el tonto
y el hombre sabio murmura ¡Derrámalo ahora!
¡Tu vaso nunca se
vacía!
Veo tu brazo
el color de
las lilas silvestres.

(A. Artaud)

L:232 W:209 D:49

71
MALDICIENDO LA LUZ

Camino la última estúpida milla hacia el cielo maldiciendo la luz que me ciega. Levanto el brazo y alejo a un búho de su percha.

Mis ropas se adhieren a mi carne.

Levanto mi hoguera
hasta donde debería estar mi mano. Mi reloj explota
como si el regalo del tiempo
ahora estuviese anulado.
Abro
mi boca y escucho
una multitud
de voces.
Aumenta mi miedo al canto.
En el agua
el sonido se filtra a través
de mi cráneo.
Pongo agujetas a mis zapatos
y las anudo a un palenque
sin rumbo en el espacio.
Mis fantasmas lloran dentro de tubos como teléfonos celulares
apretados contra mis oídos.
La visión del paraíso
me horroriza. Me volteo
y pondero
temeroso de ser entendido.

(C. Coolidge)

72
PIERDO EL SONIDO QUE LA MÚSICA HACE PARA MÍ

Busco un
trazo oscuro
que está corriendo
desde mi ojo.
Habría muerto
sin él.
Los fantasmas lo desbordaron y dijeron que no tenía
uso
para él.
Me da placer
también entre más
pienso en ello
y corro el riesgo
de vivir la vida
sin él.
Si mi boca
se cierra
pierdo el sonido
que la música
hace para mí.
Grito fuertemente
mi último intento
por sabiduría.
Pero la voz
dentro de mí
tiene otra
voz detrás de si.
Puedo escuchar
cuando sueño.
Algo gusta
de mí.
Mi boca crea
música funky
mientras mis dedos
fallan.

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93
ESCRIBO MI NOMBRE EN EL AIRE

Escribo mi nombre en el aire. Mi lengua está adormecida aunque se agita cuando hablo.

Vivo entre ustedes y sirvo sueños.
Soy un pequeño dios que rebuzna impulsivamente.

No dudes en llamar.

Tu más pequeño deseo
es sagrado para mi. También es sagrado como te cabalgo, las espuelas

a tus costados.
No tenemos madres
sólo vacas
ni padres más que el viento. Planeamos sobre una calle pintada resplandecientes casas y
débiles sonrisas. Una mujer
saca un peine
de su cabello
y nos saluda.
Cansado de este “espectáculo”
un hombre rojo
apunta a su sombrero.
Crece hasta que
aniega
el mundo.
En agradecimiento
nos inclinamos
mientras él
hace alarde de sus listones alegremente.

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