Con frecuencia hablo con mis alumnos sobre la necesidad de ejercitar la escritura. Esto tiene que ver con que usualmente queremos que nuestra escritura sea algo distinto a lo que es. En particular existe una fantasía recurrente entre quienes desean escribir. En ella se sientan a la mesa y escriben sin parar por horas, de su pluma o teclado emerge de golpe un todo articulado y monotemático. En dicha fantasía no existe la reescritura, porque lo que emerge es como debe de ser. Pero la escritura rara vez se manifiesta así. Esto tiene que ver con la naturaleza de la mente que produce pensamientos, queramos o no. La mente divaga, brinca de un tema a otro, a veces la relación es evidente y a veces no.
Por eso la mayoría de lo que llamamos escritura, es decir lo que leemos como ese todo articulado que desarrolla un tema y nos parece un ejemplo de “lo que debe de ser la escritura”, en realidad es el producto de varias capas o etapas de reescritura. El oficio del escritor o escritora es precisamente el aprender cómo navegar este proceso. Es decir, saber cómo partir de una línea, una lluvia de ideas, un montón de pedacitos inconexos y unirlos en un todo cada vez más articulado, detallado y por supuesto inteligible para el lector. Es una historia de perseverancia a través de las dudas, es una historia de fe en la visión interna de esos pedacitos inconexos que se conectan formando un mundo, una historia, desarrollando ideas, repartiendo experiencias y transformando visiones ajenas. Es una historia en la que el escritor se entrega a la página, la deja, vuelve al día siguiente, recoge su propio rastro, sigue su dirección, descubre algo nuevo y luego se plantea cómo explicarlo al otro.
He ahí las razones detrás de la necesidad de ejercitar la escritura, porque no se trata de una carrera, ni siquiera de un maratón, se trata de la caminata de la vida, sin principio, ni final que emerge a diario con un nuevo destino, un nuevo paraje, una nueva emoción. Con frecuencia percibo en mis alumnos una resistencia, un temor quizá, a dejar de lado su expectativa de cómo debe de ser la escritura. Qué pasará si olvidan esta fantasía de la escritura ideal y pierden el norte, ¿acaso se verán condenados a vagar en el limbo de la mediocridad?. Pero conforme nuestras sesiones juntos transcurren y se percatan cada vez más de cómo funciona su mente y cómo eso se refleja en la página, conforme reemplazan el juicio por la comprensión, un sentimiento de liberación emerge. Ya que no necesitan volverse algo que no son, sino aprender a navegar con lo que ya son. Aprender a navegarse para dirigirse a eso que quieren escribir.
A veces también, en un principio puedo sentir en mis alumnos cierta resistencia a las prácticas de entrenamiento mental. No los culpo. Después de todo tenemos mentes inquietas y nuestra formación social y académica nos hace desconfiar de la quietud y el silencio. A veces incluso el capitalismo interiorizado nos lleva a sentir culpa por dejar la inquietud y el perpetuo hacer de lado. La falta de productividad nos agobia. Aunque la ansiedad en la que vivimos diste mucho de hacernos productivos. Cuando uno se condiciona para la acción, la inacción da miedo. Pero así como atender la necesidad de ejercitar la escritura lleva a la liberación, ejercitar la mente también y la libertad proporciona un enorme crisol de posibilidades nuevas. Así como necesitamos desprendernos de nuestras preconcepciones sobre “como debería de ser la escritura”, también requerimos desprendernos de nuestros prejuicios contra la quietud. Decir adiós a nuestras justificaciones sobre porqué tal o cual condición, rasgo de personalidad, o neurodiversidad nos imposibilita para explorar nuestra mente, trae recompensas invaluables. Es sólo cuestión de permitirnos la aventura concentrándonos en en la experiencia, sin exigirnos el triunfo y por lo tanto sin posibilidad de fracaso.
Con frecuencia cuando hablo de escribir, hablo de cómo no se necesita inspiración sino técnica. Si has tomado mi curso Libera tu pluma, sabes de qué hablo. Pero al paso de los años y junto con mis alumnos he descubierto que muchas veces desarrollar la escritura como oficio, es una cuestión que va de la mano con desarrollar una mentalidad escritora. Comprender la necesidad de ejercitar la escritura y hacerlo, es parte de esa mentalidad, pero también hay otras cosas. ¿Te gustaría saber más?
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